En España todavía existen con vida multitud de olivos centenarios, o más bien milenarios plantados durante los ocho siglos de civilización hispano–árabe; es con esta madera esencialmente con la que hoy puedo realizar el trabajo con madera recuperada de antiguas roturaciones.

El olivo tiene una raíz compacta que en ocasiones, cuando hablo del tipo de raíz que utilizo para la elaboración de las piezas, son raíces de más de 1.000 años pueden tener un volumen incluso de 4 ó 5 metros cúbicos.

Esta madera de raíz requiere un secado, a ser posible natural, de más de 20 años, secado necesario para la óptima consecución de un trabajo perfecto.

Estoy hablando de un árbol de lento crecimiento, factor esencial para que la madera tenga un característico veteado y formas irregulares, lo cual la dota de una especial belleza, es sin duda alguna, una de las maderas más hermosas que existen.